Amar es una angustia, una pregunta,
una suspensa y luminosa duda;
es un
querer saber todo lo tuyo
y a la vez un temor de al fin saberlo.
Amar es reconstruir, cuando te alejas,
tus pasos, tus silencios, tus
palabras,
y pretender seguir tu pensamiento
cuando a mi lado, al fin
inmóvil, callas.
Amar es una cólera secreta,
una helada y diabólica
soberbia.
Amar es no dormir cuando en mi lecho
sueñas entre mis
brazos que te ciñen,
y odiar el sueño en que, bajo tu frente,
acaso en
otros brazos te abandonas.
Amar es escuchar sobre tu pecho,
hasta
colmar la oreja codiciosa,
el rumor de tu sangre y la marea
de tu
respiración acompasada.
Amar es absorber tu joven savia
y juntar
nuestras bocas en un cauce
hasta que de la brisa de tu aliento
se
impregnen para siempre mis entrañas.
Amar es una envidia verde y muda,
una sutil y lúcida avaricia.
Amar es provocar el dulce instante
en que tu piel busca mi piel despierta;
saciar a un tiempo la avidez
nocturna
y morir otra vez la misma muerte
provisional, desgarradora,
oscura.
Amar es una sed, la de la llaga
que arde sin consumirse ni
cerrarse,
y el hambre de una boca atormentada
que pide más y más y no se
sacia.
Amar es una insólita lujuria
y una gula voraz, siempre
desierta.
Pero amar es también cerrar los ojos,
dejar que el sueño
invada nuestro cuerpo
como un río de olvido y de tinieblas,
y navegar
sin rumbo, a la deriva:
porque amar es, al fin, una indolencia.
No hay comentarios:
Publicar un comentario