Y me dieron ganas de ser nube, ganas de estar allá arriba en ese cielo azul con los ojos cerrados pensando en ti, en tu forma de decir mi nombre, en tu forma decir oye Gary ven a mi lado y me cuentas más cuentos de tus amigos los árboles, ganas de estar en esas nubes y oler el olor de tus senos, el olor de tus zapatos, el olor a lluvia de tus ojos, ganas de estar con una botella de whisky para siempre en el nombre, en tu nombre Harlem escrito por ese avión y marearme en cada una de las letras de tu nombre, H, A, R, L, E, M, y quedarme ahí entre las nubes y tener tu imagen, ser tu imagen, ser el olor de tus calzones, ser el olor de tus licores, ser tu forma de caminar, ser tu forma de mover los brazos, ser tus sueños llenos de lluvia, opio y heroína, cosa salvaje, mierda.
Gary lloró aquella noche y destrozó parte del Café del Capitán Nirvana. Antes de irse abrazó a Max como si fuera su hijo y le sobó la cabeza. Luego cogió una botella de whisky y se sentó sobre la arena. Eran las cuatro de la mañana. Cuando el sol estaba saliendo vino hasta nosotros y se despidió.
- Oye Max, si alguna vez viene Harlem por acá dile que siempre hay un urapán y un sueño con ella.
Después se fue hacia el mar y se metió en el agua. Eran las seis de la mañana. Max se quedó un rato en la playa mirando hacia el sitio donde Gary había desaparecido bajo las aguas. Después vino al Café del Capitán Nirvana, saco la pelota de béisbol y regreso de nuevo a la playa y la lanzó hacia el mar con rabia, con tristeza. El día olía a opio, a pelota de béisbol, a la curva número seis, a Harlem.
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